LA LOMCE Y LA
RELIGIÓN: UN DEJA VU
Leyendo estos días el segundo borrador de la
Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) he
experimentado un inmenso y prolongado déjà vu. Me han venido a
la mente los debates sobre la asignatura Sociedad, Cultura y Religión de
la Ley Orgánica de Calidad de la Educación (la LOCE de Aznar),
suspendida mediante decreto primaveral de Zapatero, cuando llegó a la
Moncloa tras una extraña pirueta electoral, aquel sangriento y fatídico
marzo de 2004. No se extrañe el lector/a si esta colaboración le resulta
déjà ecrit: Casi todo fue pensado y dicho en su día,
aunque con matices diferenciales.
Somos muchas las personas y colectivos que
hemos alzado nuestra voz, de forma reiterada, en contra de la presencia
de la religión en la escuela. Durante estos meses, como consecuencia de
los recortes, hemos intensificado nuestra campaña “Por una Escuela
Pública Laica, la religión fuera de la escuela”, con un objetivo
fundamental: Que no se financie con dinero público el adoctrinamiento
religioso en ningún centro escolar, lo que implicaría la supresión de
los conciertos a los centros con ideario y la salida de la religión del
currículo. Son muchas las razones en las que se sustenta nuestra
propuesta sobre la religión. Sirvan estas cuatro como prontuario ad
hoc: Su dudosa constitucionalidad, ya que obliga a declarar las
creencias; su carácter segregador y promotor de marginación; la difusión
de ciertos contenidos y valores contrarios a los derechos de la
ciudadanía (sexismo, homofobia, sumisión de la mujer, etc.) o
enfrentados abiertamente a la razón y a la Ciencia (creacionismo,
existencia de un alma inmortal, etc.) y, finalmente, las ingentes
cantidades de dinero público que se invierten en adoctrinamiento en
favor de una confesión religiosa, que de esta forma, mantiene y acentúa
sus privilegios, aunque, según dicta la Constitución, ninguna religión
tenga carácter estatal.
La LOMCE acaba con el statu quo de la
religión en la LOE, una asignatura evaluable y con valor académico a la
hora de la promoción y de la titulación, frente a la Atención Educativa,
sin contenido curricular, que mantiene “secuestrado” al alumnado no
religioso sin hacer nada durante varias horas a la semana. Una posición
que no llegó nunca a satisfacer a la Iglesia Católica, que veía como la
asignatura confesional iba perdiendo alumnos/as a favor de la
alternativa fantasma. Sobre todo a partir de la ESO, una vez que
las familias habían cumplido con la obligación social de la Primera
Comunión.
La nueva LOMCE establece una serie de
asignaturas troncales y otras específicas, entre las cuales figuran el
área de religión y su alternativa, denominada Valores Culturales y
Sociales en Primaria y Valores Éticos en la ESO, ambas
evaluables y con valor académico, lo que confirma la sumisión del
Gobierno actual a los intereses de la Conferencia Episcopal.
Este nuevo marco legal me sugiere, diez años
después de la LOCE, dos reflexiones. La primera gira en torno a la
tozudez y a la estrechez de miras de los Obispos y sus aliados, quienes
se empeñan en llevar hasta sus últimas consecuencias, a pesar de las
estadísticas, el refrán “No quieres arroz, pues toma tres tazas”,
manteniendo en la escuela el referente moral de la religión, mientras
los jóvenes (y sus padres y madres) se declaran cada vez más
indiferentes en el plano religioso y el mundo camina por derroteros más
laicos y racionales, con sus avances científicos y sus conquistas
sociales, en clara contradicción con el pensamiento mitológico y
trascendente, basado en la existencia de otro mundo sobrenatural,
en la fe y en doctrinas situadas en las antípodas de lo que necesitamos
los seres humanos para alcanzar las metas de justicia, libertad y
felicidad colectiva que atisbamos en el horizonte de la utopía.
La segunda reflexión trata sobre una forma
sutil de analfabetismo que potenciará esta Ley. Los Valores Culturales,
Sociales y Éticos, que más parecen un consuelo ante la fulminante
eliminación de la asignatura Educación para la Ciudadanía, no son una
alternativa a la religión. Al contrario, si entendemos que la Educación
(la buena Educación) es la herramienta fundamental para la construcción
del ser humano y de la sociedad a la que aspiramos la mayoría de los
ciudadanos/as, estos valores son la pieza básica del puzle educativo en
la que deberían encajar las demás áreas del conocimiento. Apartar a los
alumnos/as de religión de estos valores es sumirlos en un nuevo
analfabetismo: El desconocimiento de la Ética Común de la Humanidad.
Desgraciadamente la LOMCE no es solo un déjà
vu, es futuro. ¡Que se mantenga la religión es la oscura realidad
que atenaza la escuela del siglo XXI!
Casimiro Jesús Barbado López
Miembro de la Plataforma por la Escuela
Pública, Laica y de Calidad
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