A DON MANUEL TOHARIA, MAESTRO DE
MAESTROS, DEFENSOR DE UNA ÚNICA CULTURA.
Acostumbrados como estamos a los discursos
planos de ponentes que saben mucho, muchísimo, pero que no transmiten
emoción; el pasado día 22 de febrero comprobamos que las cosas pueden
ser de otra manera.
Allí estabas, detrás de la mesa, sin papeles,
sin ordenador, sin más tecnología que el torrente de tus ideas y de tu
voz; sin más recursos que la palabra amiga, convencida y sin doblez.
Fue durante tu conferencia o, mejor dicho,
durante el encuentro con tus nuevos amigos y discípulos de Córdoba,
mientras combinabas, con sabiduría magistral, el tiempo, el volumen de
tu voz y ¡el espacio! Esos momentos tranquilos, hilvanando ideas,
haciendo propuestas… Seguidos de otros momentos de fuerza, de tensión,
cercanos al enfado y la rabia, para rebatir, criticar y denunciar el
“status quo” de la incultura actual. Un sano, y a veces raro, ejercicio
de sinceridad, al sacar fuera de ti las esencias de tu mente inquieta y
rebelde (diría de tu alma, si ambos creyésemos en su existencia etérea,
fuera de los límites de nuestras neuronas). Y de vez en cuando,
momentos divertidos, esparciendo risas por la sala con anécdotas
familiares, profesionales e incluso “Reales”.
Gracias por la forma de exponer tus ideas, por
las vivencias y emociones que despertaste en nosotros. Gracias también
por tu contribución a desmontar patrañas, por el revolcón a curanderos,
astrólogos e “íkeres jiménez” que pueblan nuestra fauna y por reafirmar
que nuestro trabajo, como defensores y defensoras de la Cultura (que no
es de letras ni de ciencias) consiste en arrancar a las personas de los
brazos de la ignorancia, en “desbobar” a los “bobos”, utilizando tus
palabras que, en ningún caso sonaron a insulto, sino a revulsivo o
purgante para las conciencias adormecidas, para la sociedad y, sobre
todo, para los políticos de turno.
Pero el momento cumbre, que nos puso la piel de
gallina, fue cuando recorriste la anchura del salón con el fin de
explicarnos el "boom" demográfico. Paso a paso ibas señalando el suelo y
la pared, recreando las variables de una investigación científica.
Podrías haber utilizado una diapositiva. Pero ninguna imagen hubiera
sido más efectiva que la un hombre menudo, canoso, con voz afable,
alzando sus manos cerca de la puerta del salón de actos del CEP, para
explicar que la Humanidad ha pasado, en poco más de un siglo (unos pocos
centímetros de suelo), de 1500 a 6500 millones de habitantes, gracias al
progreso científico. Y, a renglón seguido, pasar de esta alabanza, a la
realidad más dramática: a pesar de este progreso, el 20 % de los seres
humanos disfrutan del 80 % de los recursos.
Gracias, en definitiva, por hacernos
comprender que, a pesar de que el cambio climático ocupa las portadas de
los medios de comunicación de todo el mundo, como un problema
medio-ambiental gravísimo y con consecuencias terribles para los países
ricos (y también para los menos desarrollados), el mayor reto al que se
enfrenta la Humanidad es la inmensa pobreza del tercer y cuarto mundos,
la desigualdad e injusticia en la distribución de la riqueza y, sobre todo, la
insolidaridad de los que disfrutamos de las más altas cotas de
bienestar.
Casimiro Jesús Barbado López
Profesorado de Córdoba por la Cultura Científica
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