Unos breves comentarios al debate abierto sobre el fanatismo
religioso entre Gallego y Blanco.
El ser humano es violento por naturaleza, pero también es capaz
superar la violencia con su inteligencia, llamémosla “emocional”
(algo así como Jekill y Hyde). Atrás quedaron los sueños del buen
salvaje de Rousseau. Nuestros genes se seleccionaron en un ambiente
hostil, en el que la lucha por la existencia era la moneda
corriente. ¡Hasta la cópula estaba mediatizada por los depredadores!
Es en este mundo natural donde surgió el pensamiento
mágico-religioso, del que la Humanidad no ha podido o no ha sabido
escapar aún y que nos mantiene estos días con los
huevos a la altura de la nuez.
Ahora, rodeados por lo que llamamos culturas (conjunto de
memes), hemos empezado a
apartar algunas de las fieras (internas y externas) de nuestro
camino y nos hemos dotado de herramientas mentales y morales para
resolver los conflictos. Pero nos hemos fabricado otras que se
interponen y bloquean el entendimiento. Una de ellas es el
Geriniol (aceite de Gerin).
En el curso de nuestra evolución cultural hemos inventado la
ciencia, la justicia, los derechos humanos, las leyes, etc. con el
fin de sobrevivir a la bestia que llevamos dentro y de esta forma,
negociamos y pactamos con el adversario para resolver los conflictos
de intereses, que siempre los ha habido y los habrá. De hecho no nos
va mal como especie, a juzgar por los miles de millones de
habitantes que pueblan el planeta (no se puede decir lo mismo para
la biosfera, por supuesto. Somos una plaga).
Y también está meridianamente claro que a las sociedades
occidentales nos va infinitamente mejor y que la mayor parte de la
población mundial (Tercer Mundo) no ha conseguido una vida digna, de
lo cual nosotros, los privilegiados histórica, económica y
culturalmente hablando, somos responsables, en parte (tal vez no uno
a uno, sino colectivamente). Pero otra parte de la responsabilidad
la tienen, supongo, los líderes (religiosos, económicos, políticos,
militares, etc.) que mantienen en un puño cerrado y apretado a sus
conciudadanos, que temerosos, no se atreven a desterrarlos de sus
vidas (o no pueden). Creo que aquí reside la esencia del cambio.
¿Por qué a occidente le va tan bien (aunque también tenemos
bolsas de injusticia)? Creo que el secreto del éxito está en la
libertad, el respeto a las diferencias, la democracia, el laicismo,
la educación y la ciencia, que evidentemente, no son nada sin el
pan y la sal. Estos principios abstractos, desarrollados mediante
actuaciones concretas en cada uno de los Estados oprimidos, con la
ayuda desinteresada (¿?) de los más avanzados, permitirán la gran
revolución pendiente. Sin duda, no lo hará el fanatismo religioso,
aglutinador de masas, que considera enemigo a exterminar a todo
aquel (individuo o Estado) que no posea su cosmovisión. Este
fanatismo, que sacrifica el aquí y el ahora, por el goce del más
allá, nos devuelve a las cavernas y no va a permitir progresar a la
sociedad.
Por tanto, la justicia global no se alcanza intimidando al Primer
Mundo con masacres como la de las Torres Gemelas o las de Atocha,
quemando iglesias o satanizando caricaturas de Mahoma. La opresión
del Islam no existe. Es una tapadera. El binomio Islam + pobreza es
un invento de algunos para justificar lo injustificable. Y una idea
que circula por los cerebros “progres” para cuestionar la política
imperialista yanki. Una política que, dicho sea de paso, hay que
detestar por terrorista.
Es la pobreza y la vida indigna de millones de personas, sin
importar su credo, lo que nos importa y lo que hay que eliminar de
la faz de la Tierra. Esta pobreza puede explicar parcialmente la
existencia de mentes terroristas, pero no lo justifica. El
terrorismo, además de perverso y moralmente reprobable, es un método
inútil, pues solo genera una espiral violenta (Irak,
Palestina-Israel, Líbano, etc. no lo desmienten, lo confirman) de la
que no podremos escapar.
Por eso, ayudemos a estos pueblos a superar el subdesarrollo
económico y la opresión. El desarrollo cultural y social, que
consiste en abandonar los viejos mitos y las ideas absurdas y
avanzar de la mano del progreso sostenible vendrá a continuación.
Mientras, en nuestros ricos países, podemos empezar cambiando
nuestro estilo de vida, para hacerlo más solidario y respetuoso con
nuestro entorno y, de paso, darle un revolcón a nuestros líderes,
que se lo merecen.