CASIMIRO JESÚS BARBADO LÓPEZ

 

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JORNADA DE CONVIVENCIA DE  ANTIGUOS ALUMNOS Y MAESTROS DE LA ESCUELA HOGAR SAN VICENTE (1968-2012)

Sr. Alcalde, estimados maestros/as y antiguos alumnos/as, queridos amigos/as y vecinos/as de Cabeza del Buey:

Cuando recibí el encargo de hablar en nombre de la familia Barbado López, estuve pensando un tiempo en cómo hacerlo, para que resultara original, a la par  que sincero y emotivo. Entonces me imaginé una escena añorada, pero imposible: A mi padre, sentado en su sillón favorito, en su casa de Santa Cruz del Valle, con la mirada puesta en  la Sierra de Gredos y en sus recuerdos, encargándome la responsabilidad de hablar en su nombre, dado su estado de salud. Y a mi madre, animándome a hacerlo y ayudándome a rellenar los posibles huecos en  las historias sobre las tres Escuelas Hogar de Cabeza del Buey.  Pero cuando iba a comenzar a escribir al dictado de mi padre, re-descubrí un tesoro familiar,  buceando en las carpetas de mi ordenador: Eran varias colaboraciones en el programa  de feria, en las que hablaba de sus vivencias en torno a ellas.

Y se me ocurrió que la mejor manera de afrontar este acto sería adaptar una de estas colaboraciones, la más entrañable,  al motivo que hoy nos reúne en este centro Cultural. Se trata de una carta abierta al futuro, escrita en 1967 y dirigida a un hipotético primer universitario/a, salido de una cualquiera de las tres Escuelas, una vez finalizados  sus estudios 15 años después. Reflejaba  su gran  ilusión como pedagogo: Facilitar el acceso a la educación superior a los más humildes, como a él le ocurrió antes de la Guerra Civil. Hoy, 45 años después, he querido actualizar  esta misiva y reenviársela a  todos esos niños y niñas que   encontraron, gracias a estos hogares,  un amplio abanico de posibilidades y  expectativas vitales y profesionales, hasta entonces marcadas por el analfabetismo y las pobres condiciones de vida.

 Dice así:

CARTA ABIERTA Y RETENIDA

1 de septiembre de 1967/ 4 de agosto de 2012

Muy distinguido Sr o  Sra,   amigo o amiga:

Como han pasado 45 años, apenas si se acordará usted de mí. Y no hay razones para  extrañarse. Son muchos años, sobre todo si, en ese tiempo –que será lo más probable- no nos hemos cruzado en nuestras vidas.

Le aportaré, para ayudarle, algunos elementos para el  recuerdo: Soy aquel Inspector de Enseñanza Primaria que, allá por 1960, se hizo cargo de esta zona comarcal con ánimo de marcharse en el primer concurso de traslados y que, sin embargo, resistió 25 años; ¡y con gusto! hasta que le llegó la hora de la jubilación en 1985.

Entre las cosas que, por mi profesión, he tenido que hacer en pro de la enseñanza en Cabeza del Buey, de la que más me enorgullezco y de la que más  contento estoy es, sin duda, de la creación de sus tres Escuelas-Hogar, con las ya empecé a soñar el mismo año 1960, cuando llegué a este pueblo, que me nombró mucho después  hijo adoptivo. Me refiero, lo habrá adivinado usted, a aquellos centros ejemplares, uno de los cuales le acogió amorosamente en su seno, cuando apenas si contaba con seis o siete años, regalándole, además de la comida y  una confortable cama, una excelente formación que le abrió, probablemente para siempre, las puertas del éxito personal…

Pues bien: el objeto esencial de esta misiva es, precisamente, felicitarle por ese éxito que tan merecidamente ha conseguido y que le ha deparado y, ojalá  le siga deparando, a usted y a los suyos, una vida feliz, pletórica de satisfacciones de toda índole, especialmente morales y, por qué no decirlo, también económicas, siempre que la crisis y el paro, ofrecido como injusto sacrificio  a los  insaciables “mercados”, no se lo hayan arrebatado.

De verdad, debe usted sentirse muy satisfecho de su triunfo. Y más teniendo en cuenta que ha sido ganado a pulso, a base de talento, voluntad y sacrificio, los únicos “redaños” que hacen auténticamente humanos los triunfos. Y todavía más si se piensa que… hace 45 años era usted un niño/a, triscando  con las ovejas, en los campos resecos de Artobal, del Chaparral o del Enjambradero… o tal vez en los caseríos cercanos al Quintillo, viendo pasar los trenes que no le querían llevar a ninguna escuela, pero que desangraban nuestra tierra,  trasladando sueños,  esperanzas y soledades hasta las ciudades, buscando unas mejores condiciones de vida.

Y… poco  más. Hecha esta felicitación y tras darle, además mi enhorabuena, solo me queda suplicarle un pequeño recuerdo de gratitud para todos cuantos, de un modo u otro, a través de una de esas tres benditas Escuelas le recogieron, contribuyendo a su éxito personal y profesional. Y en particular,  para D. José Antonio Donoso Balmaseda y D. Juan Esquinas Jurado, que pusieron en juego su prestigio e influencia como  Alcaldes; para D. Luis Gómez Bravo, las hermanas Carmelitas de la Caridad y el Obispado, cedentes orgullosos de magníficos edificios; para los Maestros Alfabetizadores, y los de Obras, que ayudaron, por tres veces, a rehacer  el “interminable” expediente; para los guardas, jurados y urbanos, que pisotearon el amplísimo término municipal en busca de hijos  de pastores; para las Sras. Maestras y Maestros, que rigieron el internado; para los docentes de Primaria  que le encarrilaron, con acierto, en la vía de la enseñanza media o profesional… y también para mí, impulsor de la obra; pues si bien es cierto que lo hice en cumplimiento de un deber profesional –lo que le resta casi todo el mérito- también lo es, y eso lo sabe Dios perfectamente, que puse en el empeño más cariño e ilusión que en ninguna otra de mis facetas educativas (de las políticas podríamos hablar otro día, si lo desea).

Que por algo me libré yo también, y de chiripa, si no de guardar ovejas o de trabajar en el campo, como usted, sí de picar pinos resineros, en condiciones de extrema necesidad.

Le saluda muy cordial y atentamente. 

Casimiro Barbado González

Sin querer abusar del tiempo asignado, he reservado para el final un pequeño y emotivo regalo audiovisual: La voz de nuestro padre en un fragmento de una entrañable entrevista que le hizo Adolfo Ledesma en la Radio Local, con motivo de su jubilación, en 1985.

Muchas gracias a la Comisión Organizadora por vuestra invitación y por el reconocimiento público a la figura de nuestro padre en la creación de las Escuelas Hogar. Un abrazo.