CÍRCULOS, TRIÁNGULOS
Y AGRADECIMIENTOS
La Universidad de
Córdoba ha otorgado este año la distinción Tomás de Aquino a la
Asociación Profesorado de Córdoba por la Cultura Científica. Es un
reconocimiento a la labor que desarrollamos desde hace tres años y que
ha tenido varios momentos álgidos, como el Paseo por la Ciencia en el
bulevar o la celebración de varias conferencias con ponentes ilustres.
Se trata de un compromiso que tiene un marco y unos fines muy
concretos, los cuales voy a describir de una forma poco convencional,
mediante figuras geométricas.
El círculo es la
figura perfecta. Todo lo que existe queda dentro de él: fuego, aire,
agua y tierra. Representa el universo según Platón. Fueron dos círculos
los que dibujó el matemático Niccolò Fontana, en Venecia, en 1537. El de
mayor tamaño, en primer plano, rodea varios saberes del Renacimiento:
Astronomía, Aritmética, Geometría, entre otros. En su interior, varios
sabios esperan a los estudiantes que Euclides recibe en la entrada.
Desde su trono, la Filosofía preside la escena, dentro del segundo
círculo, más pequeño, situado al fondo y más arriba. En su puerta se
sitúa adelantado Aristóteles; mientras Platón, detrás, airea una banda
en la mano que reza: “Nadie que no sea experto en Geometría puede
entrar aquí”.
Esa era la sabiduría
en el siglo XVI. Hoy en día, sin embargo, el primer círculo es bastante
más amplio; el universo no es redondo y, gracias al cosmólogo Edwin
Hubble, sabemos que se expande desde su primer “latido”: El big-bang.
Este círculo engloba toda la Cultura generada por el ser humano. En su
interior nos encontramos los profesores y profesoras tratando de
infundir en nuestro alumnado los nuevos conocimientos, que alguien
segregó, desafortunadamente, en científicos y humanísticos. Nadie que
no tenga una Cultura Científica elemental puede entender el mundo del
siglo XXI. Al fondo, un círculo restringido, más inaccesible, presidido
por una nueva Filosofía, sustentada en la realidad objetiva, explorada
y construida por la Ciencia, que pretende dar respuestas a las
cuestiones más profundas sobre la naturaleza, el tiempo, el espacio y la
vida. Nadie que no sea experto en Ciencias puede acceder a este
conocimiento superior.
Pero Niccolò Fontana,
apodado Tartaglia por su tartamudez, es conocido también por su famoso
Triángulo de Números, que simboliza el trabajo de nuestra asociación
dentro del círculo grande de las disciplinas académicas. Una labor que
consiste en sumar reiteradamente, de arriba abajo, desde la unidad del
vértice superior, para construir una base más amplia: 1; 1,2,1; 1,3,3,1;
1,4,6,4,1; y así sucesivamente, de forma simétrica e infinita. Sumando
a lo que nos precede nuestras aportaciones. Desde las tareas más
simples, hasta los trabajos más complejos. Desde los éxitos más claros,
a las decepciones más tristes. Ésta es nuestra forma de afrontar el
conjunto de nuestras metas: Reivindicar más y mejor enseñanza de las
Ciencias; divulgar los conocimientos científicos en la sociedad y
formarnos como docentes.
El triángulo anterior
se denomina Triángulo de Pascal. Probablemente, si el genial inventor de
la primera calculadora de la Historia hubiese conocido al desamparado y
empobrecido Tartaglia, le hubiese mostrado su reconocimiento. Una
posibilidad que me sirve, abusando de un fundido casi cinematográfico,
para enlazar esta geométrica historia con nuestros agradecimientos. En
primer lugar, al Consejo de Gobierno de la Universidad de Córdoba, por
la distinción que nos ha concedido. En segundo lugar, a los miembros de
esta asociación, por intentar hacer posible un sueño, casi una utopía:
convencer a las autoridades educativas de que “Otra enseñanza de las
Ciencias es necesaria y posible”, más preocupadas por las
apariencias y los fuegos de artificio, que por el fondo. Y por último, a
nuestras familias, a los que les robamos su tiempo.
Pero “la gloria,
como una nube, desaparece si miras otra vez”. Y antes de que se
esfume, aprovechémosla para tomar impulso y seguir reivindicando una
mayor presencia de la Cultura Científica en la escuela y en la sociedad,
como una herramienta imprescindible para la democracia.
Casimiro Jesús
Barbado López
Presidente de la
APCCC
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