CASIMIRO JESÚS BARBADO LÓPEZ

 

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LAS CIENCIAS EN EL PUNTO DE MIRA

 Hace varios meses expuse, en una colaboración publicada en el Diario Córdoba (Cola de lagartija, 20.8.07), que las objeciones de la Conferencia Episcopal a la asignatura Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos (EpCyDH) no eran sino una tapadera para proteger su más preciado tesoro: la enseñanza de la religión en los centros sostenidos con fondos públicos. Finalizaba el artículo con una pregunta premonitoria: ¿También plantearán  objeción de conciencia a todas aquellas áreas que desarrollen transversalmente los contenidos de esta asignatura?

Hoy la pregunta adquiere una nueva y esperada dimensión, al publicarse en los medios de comunicación la queja y posible objeción a la nueva asignatura Ciencias para el Mundo Contemporáneo (CpMC), obligatoria para todos/as los alumnos/as de 1º de bachillerato. La Federación de Enseñantes Religiosos (FERE) y la de las AMPAS afines a la Iglesia (ICAR) la creen innecesaria, porque en ella se tratan "convicciones morales sobre temas no compartidos", como el uso de células madre, la clonación, la fecundación in vitro y el evolucionismo, y puede convertirse en un instrumento para "adoctrinar" (La Voz de Asturias y otros diarios del grupo Z, el  3.06.08 y Diario Cordoba, 4.6.08). A mi juicio, se trata de una posición retrógrada, separada por una delgada línea de la contundente potencialidad de la famosa sentencia de Víctor Hugo: “En todo pueblo existe una antorcha, el maestro; y un extintor, el párroco”.

¿Cómo se ha llegado a esta situación? ¿De dónde han conseguido  estos profesores/as, padres y madres la fuerza necesaria para plantear un acoso tan brutal a la Cultura Científica? La respuesta es evidente. Se nutren del espíritu zapatero: Una concepción capciosa de la aconfesionalidad del Estado que nos ha conducido al mantenimiento de las religiones en las escuelas, al aumento del porcentaje del IRPF para el sostenimiento de la ICAR y al  penúltimo jarro de agua fría derramado sobre el laicismo: El rechazo de la propuesta de eliminación de los símbolos religiosos en las ceremonias oficiales.

Cuando la Conferencia Episcopal lanzó su órdago animando a objetar la asignatura EpCyDH; la FERE, contraria a una postura tan radical, arrancó del gobierno el derecho a adaptar la nueva asignatura al ideario del centro. Y así,  los contenidos iniciales, coherentes con una Ética universal, quedarían mutilados sensiblemente en lo referente a la familia, para adaptarlos a la “antropología cristiana”. Se abría así la puerta a una gran diversidad de planteamientos éticos contradictorios, reflejados en diferentes libros de texto. De esta forma podrían obviarse en un colegio católico la filosofía de género (el que elige la persona), el matrimonio homosexual, las relaciones prematrimoniales o la anticoncepción, por ejemplo. O considerarlos pecado mortal, sin posibilidad de debate ni contestación.

En Andalucía las cosas se complicaron un poco más en abril de 2008 cuando el Tribunal Superior de Justicia aceptó, parcialmente, los planteamientos de cinco padres y madres sevillanos (algunos, miembros del PP) y anuló el desarrollo de los contenidos de varias áreas del currículo referidos a la ideología de género, las relaciones homosexuales y las opciones vitales, por su  incompatibilidad con la neutralidad obligada del Estado, rechazando el recurso contra los que se referían a otros temas relacionados con las células madre o la clonación, por ejemplo (¡qué alivio!). No sabemos qué consecuencias tendrá para el futuro de esta y otras asignaturas la sentencia andaluza, ya que está recurrida por la Consejería de Educación y no coincide con las sentencias dictadas en otras CCAA.

Las Ciencias  son la antorcha que ilumina el pasado, el presente y el futuro de nuestra especie. Representan el fruto de la lucha del ser humano contra los mitos. La nueva asignatura viene a paliar en parte el déficit de formación científica que arrastra el alumnado de la ESO y contribuirá a forjar ciudadanos/as más cultos e informados, algo más comprometidos, libres  y responsables, capaces de adoptar  decisiones individuales y colectivas de forma autónoma, racional y fundamentada, respecto a los retos y dilemas que la Humanidad tiene planteados. No me extraña que determinadas fuerzas reaccionarias pretendan sofocar su impulso liberador y democrático.

La Cultura Científica se convierte así en una amenaza para los que se creen investidos de la verdad absoluta. Pero si ésto es así, ¿por qué no negar el conocimiento científico desde el principio de la escolaridad, cuando los niños/as y niñas son más vulnerables? ¿Por qué no impedir también el aprendizaje de la evolución, del big-bang o del funcionamiento del cerebro, a partir de moléculas y electricidad, en las clases de Ciencias Naturales? ¿Por qué no volver a explicar al alumnado, como hace sesenta años, que hay una especie de fantasma en la máquina, el alma, con sus tres potencias: La memoria (plasmada en la Biblia, fuente de la moral), el entendimiento (iluminado por la fe)  y la voluntad (de seguir viviendo en la Edad Media)?