UNA CAJA DE ZAPATOS (*)
Tengo delante de mí una
caja de zapatos. Pero no es una caja cualquiera. Durante varias horas en
la escuela, mi hija, de siete años, la ha forrado con papel de seda
azul, ha bordeado sus límites con bolitas de papel de diferentes colores
y, a modo de farolillos, ha colocado cuatro flores del mismo material en
las cuatro esquinas de lo que podríamos decir que es un paso
procesional. Sólo le falta en el centro una figura. Le he dicho, que
puede poner una muñequita o un click de los que guarda su hermano (para
los que no son padres ni madres, he de indicar que un
click es un muñeco
semi-articulado).
Aunque a estas alturas todos podemos saber cuál será el complemento que
mañana culminará y presidirá la obra, centrado en el círculo, que mi
hija ha señalado con bolígrafo, bajo la atenta mirada de su
maestro-cofrade.
Y no es que el hecho de
convertir una simple e inocente caja de zapatos en un bonito remedo de
paso procesional esté mal en sí. ¿Por qué iba a ser negativo para la
educación de una niña de siete años? Puedo imaginarme la cantidad de
destrezas manuales y mentales que hay que poner en juego para llevar
hasta el final un proyecto salido de la programación del área de
Plástica de un ilusionado y desafortunado maestro.
Pero sí lo es. Quizá la
esencia de lo inadecuado de este trabajo manual esté en la explicación
del motivo por el que los niños y niñas hacen este trabajo en Plástica,
en el enfoque que se le dé a la figura que ocupará el redondel vacío
del centro. Por eso quiero aprovechar esta caja de zapatos para ir más
allá, para sumergirme en otras aguas, de por sí algo revueltas, que nos
están conduciendo a un enfrentamiento sosegado entre dos formas de
concebir el espacio y el tiempo escolar. Son los misterios de las
pequeñas cosas que atesoraba Juan Manuel Serrat en un cajón. Diferentes
miradas de la misma e inocente producción infantil, que conducen a sus
actores a pensamientos y emociones contradictorias.
Las nuestras, las de mi
esposa y la mía, son de rabia contenida y de insatisfacción: ¿De qué
sirve la lucha que venimos manteniendo desde hace varios años para
tratar de demostrar que la presencia de le religión en el currículo
escolar, como área confesional, margina a quien no la sigue y vulnera
sus más elementales derechos? Con coraje, nos atrevimos a elevar una
queja al Defensor del Pueblo Andaluz, a denunciar ante la Delegación el
proceso de matriculación del alumnado en nuestros colegios e institutos
hace tiempo, a razonar en prensa por qué la enseñanza de la Religión en
los centros Públicos es anticonstitucional, etc. Pero la simple
transmutación de una caja de zapatos en paso por las manos de nuestra
inocente hija nos devuelve a la cruda realizad en la que nos
encontramos. Una realidad en la que la religión oficial empapa la vida
social y de la que es casi imposible escapar.
¿Cómo es posible que un
sencillo trabajo manual pueda interpretarse desde dos puntos de vista
tan diferentes? El primero concebido por una mente conservadora y
acrítica, fundamentalista o indiferente: Está bien lo que piensa y
hace la mayoría, lo que forma parte del acervo cultural o de las
tradiciones. Las minorías tienen que adaptarse a las mayorías. El
sentimiento religioso mayoritario es el católico. El segundo,
procedente de una mente más abierta, que no se acomoda a la situación
actual y que quiere transformarla. Es una mente laica, que considera la
escuela como un espacio en el que han de convivir muchas formas de
entender la vida, por lo que en ella hay que sentar las bases de una
convivencia basada en la tolerancia y en respeto de todas las
conciencias, a partir de los principios que las unen: Los contenidos
científicos y humanísticos, basados en la razón.
La presencia de la
religión confesional en la escuela margina al alumnado: Niños y niñas de clase en
clase, en la sala de profesores, en la fotocopiadora, en el patio,
muchas veces solos, varias horas a la semana, por no haber optado
sus padres/ madres por esta
asignatura. Y para colmo, el tratamiento en la escuela
de las tradiciones religiosas como la Semana
santa, fuera del contexto del área
de la religión, añade un
elemento más a esta marginación.
Por eso esta caja de zapatos es tan
importante.
Abril de 2005/ Mayo
2011
Casimiro Jesús Barbado
López
Actualmente es miembro de
Córdoba Laica
(*) NOTA:
Escribí este artículo en el año 2005, cuando mi hija estudiaba en un
colegio público del Sector Sur, en Córdoba. Creo recordar que era la
única alumna que no daba religión por aquel entonces. Hoy las cosas han
cambiado mucho, pero en el instituto, donde estudia 2º de la ESO.
El artículo no fue publicado en
ningún sitio. La verdad es que no sé por qué.
Hace unos días, me encontré
el borrador de esta "historia" en el disco duro. Y no lo pensé dos
veces. Lo actualicé un poco, le pegué la foto del trabajo manual de mi
hija y lo subí a mi web y al facebook.
Como puede apreciar el lector/a,
seis años después sigue teniendo la misma fuerza que antes, porque la
escuela ha variado poco,
desgraciadamente.
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