EL BUENO, EL FRÍO Y
EL MALO
El día 28 de
noviembre de 2007, año glamuroso de la Ciencia en España, ha
sido, probablemente, un día gris para el conocimiento científico en
Andalucía. La razón se encuentra en tres noticias desconectadas, pero
que podríamos aglutinar bajo el título modificado de un clásico del cine
del Oeste, que todos/as recordamos por su intensa banda sonora,
configurada mediante los silbidos de otro genial andaluz, Curro Savoy.
Comenzaba el
día con un gesto bueno, tal vez sin consecuencias prácticas, pero
amable, enmarcado en la visita de los Príncipes de Asturias para
inaugurar el nuevo Rectorado. Pero tal vez no sea este acto protocolario
lo más destacable de esta visita, sino la entrevista institucional que
mantuvieron los miembros de la Casa Real con 12 jóvenes
investigadores/as, en la que conocieron, gracias a estos trabajadores/as
“en precario” sus inquietudes y la situación económica y laboral que
atraviesan, mientras los Príncipes abogaban por un mayor reconocimiento
social para la investigación científica y destacaban su importancia a la
hora de construir un país moderno.
Pero la mañana
nos reservaba otras dos sorpresas más, que iban a cubrir de nubarrones
educativos un soleado y apacible día de otoño. Una de ellas surgía de
las páginas del suplemento de Educación del Diario Córdoba, con las
declaraciones de la Consejera Cándida Martínez, a propósito del año de
la Ciencia. En la entrevista comentaba, respecto a las mejoras
introducidas en las enseñanzas científicas, que se han incrementado el
número de horas en materias instrumentales y se han desdoblado las
matemáticas, como si la solución al escaso número de vocaciones
científicas, las dificultades del alumnado en Ciencias o el
analfabetismo científico de la ciudadanía pasase sólo por dar más horas
de lengua o matemáticas, obviando los graves problemas de fondo.
Preguntada sobre las quejas del profesorado de Ciencias, que piden más
tiempo para estas áreas y más recursos para realizar experiencias en
Primaria y Secundaria, la consejera responde que son los centros, en
base a su autonomía, los que deben repartir las horas de “libre
configuración” entre aquellos ámbitos de conocimiento que estimen
oportunos (se refiere a las dos horas en primero y una en segundo de la
ESO que empezaremos a disfrutar el próximo curso). A los que llevamos
varios años reivindicando una mejora en la calidad de las enseñanzas
científicas, estas palabras son un jarro de agua fría; es decir: un baño
que nos deja “pasmados” y más helados, si cabe, tras el “caramelo en la
boca” del congreso de Granada, para celebrar por todo lo alto el
centenario de la Teoría de la Relatividad; las vaguedades y
generalidades de la LEA y los decretos de la LOE, que ha dejado a las
Ciencias como estaban (o peor, que es lo mismo que no hacer nada).
Pero la
“penitencia” por estas declaraciones caería como una losa ese mismo día,
en la web “magisnet”, de la revista Magisterio, con la
filtración de los malos resultados del informe PISA 2006 (aunque dudo
que la Consejera desconociese estos datos). Este diario lo tituló, con
gran acierto, al día siguiente: “Andalucía es la comunidad con menor
conocimiento científico”. Recordemos las cifras: si las enseñanzas
científicas ya estaban mal en España y en Andalucía, los resultados de
2006 no pueden ser más categóricos: España obtiene 488 puntos, por
debajo del promedio de la OCDE, ocupando el puesto 31, de un total de 57
países; mientras que Andalucía, con 474 puntos, se coloca a la cola del
Estado, en un ranking que encabezan Castilla y León y La Rioja, con 520
puntos. Pero si esto es preocupante (sin progresos desde PISA 2003), más
preocupante es aún el que el 23 % del alumnado andaluz esté por debajo
del nivel mínimo (es lo contrario a la equidad, en la jerga de
PISA), mientras que en España es el 20 % y en Castilla y León, solo el
9%. O que el 3% de nuestro alumnado obtenga un rendimiento elevado (excelencia,
en términos técnicos), frente al 5 % de España o el 9 % de la Rioja.
A la espera de
un análisis más profundo de estos datos, dados a conocer oficialmente el
4 de diciembre, dejemos constancia de un buen gesto, de unas
declaraciones que nos dejan fríos y de unos malos resultados. Todo ello
reafirma nuestra postura y nos anima a seguir trabajando por la cultura
científica, que es, frente a los grandes retos de la Humanidad, la
esencia de la cultura democrática.
Casimiro Jesús
Barbado López
Profesorado de
Córdoba por la Cultura Científica
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