¿QUÉ
PROBLEMAS PLANTEA LA AGRICULTURA CONVENCIONAL?
Denominaremos agricultura convencional a la agricultura nacida a partir
de la “Revolución Verde”, desafortunado y paradójico calificativo con el
que se conoce al Plan Mundial que surgió en el seno de la FAO en 1962,
cuyo principio motor consistió en ayudar a los países pobres a
desarrollar más y mejores técnicas de cultivo, aumentando el número de
hectáreas cultivables e incrementando la producción de las tierras ya
cultivadas.
Esta
agricultura se caracteriza, actualmente, por:
-
El
empleo de abonos químicos y biocidas (“venenos”
químicos).
-
El
uso de semillas de alto rendimiento y la producción de nuevas
variedades de aspecto más atractivo.
-
La
progresiva mecanización de la forma de cultivo más practicada: el
monocultivo.
Por esta
razón, también la conocemos por el nombre de agricultura industrial.
En un
principio, dado el sorprendente incremento de la producción y del
rendimiento (el trigo pasó de 1,65 tm/ha en 1949 a 3,21 en 1979),
algunos pensaron que la humanidad había encontrado, por fin, la solución
a los graves problemas de alimentación y, de paso, el gran negocio
para los agricultores y los empresarios de las industrias relacionadas.
Pocos
años después de estos sorprendentes resultados iniciales, sobrevino la
disminución de la productividad, acompañada de un nuevo abanico de
situaciones problemáticas que se mantienen hoy en día.
Vamos a
desarrollar, en las siguientes líneas, algunos de estos problemas.
Desaparición de los suelos
La
erosión de los suelos es un proceso natural que se produce a lo largo de
miles de años, pero que se agrava por la acción humana. Se estima que
se están perdiendo suelos fértiles para la agricultura a un ritmo de
25.000 millones de toneladas por año (7% de los suelos del mundo/
década).
Las
actividades humanas que favorecen la pérdida de suelo están vinculadas a
la agricultura industrial: destrucción de la cubierta vegetal en
terrenos no apropiados para prácticas agrícolas, existencia de grandes
parcelas de monocultivos sin barreras vegetales contra la erosión
eólica, mecanización excesiva y quema de rastrojos, que destruye la
materia orgánica y la microestructura del suelo.
Elevados costes energéticos
Se ha
observado una disminución de la relación energía obtenida/energía
utilizada en la producción agrícola. Esto significa que, para producir
la misma cantidad de alimentos, se necesita un mayor gasto energético o
bien, con la misma cantidad de energía, se produce menos. Esto se debe,
fundamentalmente, al empleo de grandes cantidades de fertilizantes
químicos, en lugar del abono orgánico natural, procedente del ganado o
del humus; así como al consumo desproporcionado de combustibles para el
desarrollo de tareas agrícolas muy mecanizadas.
Además,
la energía utilizada es, fundamentalmente fósil y por tanto muy
contaminante, contribuyendo a aumentar la proporción de gases de efecto
invernadero.
Monocultivos vulnerables
Han sido
frecuentes las ocasiones en las que la población de un país se ha visto
diezmada al propagarse algún tipo de plaga entre los monocultivos de
alto rendimiento. Citemos por ejemplo el caso de Irlanda con la patata,
a mediados del siglo XIX, o sin ir más lejos en el tiempo, en EEUU, en
1970, cuando un hongo del trigo atacó el cinturón de maíz, reduciendo su
cosecha en un 15 % y obligando a los agricultores a cambiar de semilla
al año siguiente.
La
existencia de grandes superficies dedicadas a un solo cultivo, además de
hacerlo más vulnerable a la aparición de plagas y resistencias, tiene
como consecuencia el abuso de productos fitosanitarios. Y esto es debido
a la introducción a gran escala de las llamadas "variedades de alto
rendimiento” o "variedades de alta respuesta" para
fertilizantes y técnicas de cultivo extensivas (tratamientos
fitosanitarios, mecanización, etc.). El uso de estas variedades,
obtenidas en los centros de investigación de los países más avanzados,
tiene otras repercusiones negativas, como son:
-
La
alta dependencia económica de los países sin investigación propia
respecto de los más desarrollados.
-
La
constante pérdida de ecotipos y poblaciones locales de muchas
especies de cultivo (sobre todo de hortícolas), que genera la
desaparición de futuras fuentes de resistencia a plagas,
enfermedades y condiciones ambientales adversas.
-
Una
importante pérdida de las cualidades nutritivas y organolépticas de
los alimentos, debido a la introducción de variedades muy aptas para
el procesado industrial o el transporte, con gran resistencia
mecánica y uniformidad, pero de baja calidad.
Efectos ecológicos
Se
denominan biocidas a las sustancias que se emplean para eliminar
las plagas. Dentro de este grupo se incluyen los fungicidas,
insecticidas y herbicidas.
Por otra
parte están los fertilizantes o abonos químicos que
sustituyen al abono natural (excrementos del ganado o restos vegetales).
La
agricultura industrial, con la introducción de este tipo de sustancias
en los ecosistemas, está provocando los siguientes efectos negativos:
-
Contaminación de aguas superficiales, subterráneas y suelos.
-
Contaminación atmosférica durante la fabricación de fertilizantes
nitrogenados y fosfatados.
El
alarmante aumento del uso de estos venenos (más del 95% de
dispersa en el aire y el 5% es asimilado por las plantas, según la
Agencia Europea del Medio Ambiente) afecta sensiblemente a diferentes
especies animales y vegetales. En este sentido se han relacionado
ciertas alteraciones hormonales en peces y caimanes con estas
sustancias, que actúan en muchos casos como disruptores
endocrinos, alterando el equilibrio hormonal de adultos y embriones.
Recordemos el tristemente famoso DDT, retirado en 1972 por sus probados
efectos sobre poblaciones de pájaros piscívoros y que aún continúa
impregnando las poblaciones expuestas, debido a su persistencia
medioambiental, su bioacumulación en tejidos y su transmisión a través
de la cadena alimentaria.
Muchas
otras sustancias permitidas actúan de manera parecida al DDT y sin
embargo forman parte de los diferentes cócteles que los
agricultores vierten sobre nuestros campos varias veces al año sobre
cada una de las cosechas.
Por otra
parte, la utilización de biocidas origina la aparición de
resistencias, generando un bucle de retroalimentación positiva, es
decir: a más resistencias, más biocidas y a más biocidas,
más resistencias.
Por
último, el aumento de la superficie agraria y el uso de biocidas
tiene graves consecuencias sobre la pérdida de hábitats y sobre la
biodiversidad animal y vegetal, con implicaciones sanitarias y
económicas indeterminadas, ya que podrían estar desapareciendo especies
con gran potencial médico, por ejemplo, que ni siquiera sospechamos.
Pérdida de la calidad natural de los alimentos y efectos
sobre la salud de los consumidores
La
pérdida en la calidad de los alimentos consiste en la alteración de su
composición natural o bien en la incorporación de sustancias nocivas,
que pueden provocar enfermedades tras su ingestión y/o acumulación en el
cuerpo.
En
primer lugar, los abonados desequilibrados y la forma en que éstos se
suministran al suelo, como sales solubles y no bajo forma orgánica,
modifican profundamente la bioquímica de la planta, alterando la
composición de los alimentos. Veamos algunos casos extraídos de
diferentes comunicaciones científicas:
a)
Abonos nitrogenados:
-
Disminución del contenido de aminoácidos esenciales en
las proteínas.
-
Aumento del contenido de nitratos.
-
Disminución del contenido de oligoelementos.
-
Reducción del contenido de materia seca por aumento de la
cantidad de agua en el protoplasma celular.
-
Disminución de la capacidad de conservación y resistencia
a los parásitos.
b)
Abonos potásicos:
-
Reducción del contenido de magnesio.
-
Disminución del contenido de oligoelementos (boro,
manganeso, cobre, etc.).
c)
Abonos fosfatados: Efectos menos evidentes, aunque sí resulta significativa
la reducción del contenido de ácido ascórbico (vitamina C) y carotenos
(vitamina A).
Por lo
que respecta a la toxicidad de los compuestos agroquímicos utilizados,
podemos distinguir varios casos:
-
Productos que inicialmente no son tóxicos pero que
posteriormente, tras sufrir una serie de transformaciones en el
organismo, resultan altamente tóxicos para el hombre. Un ejemplo lo
encontramos en la ingestión de nitratos, localizados sobre todo en
hortalizas y embutidos, que se transforman en nitritos, los cuales, al
transformarse en nitrosaminas, pueden producir cáncer. Algo
similar ocurre con muchos fungicidas (ditiocarbamatos), herbicidas (propanil
y cloropropano), derivados arsenicales, etc.
-
Productos tóxicos que provocan enfermedades: nitratos en
el agua potable, responsables de la metahemoglobinemia infantil,
-
Impurezas en los productos, más peligrosas que el
producto mismo (Bellapart, 1988), como es el caso de la dioxina que se
puede formar espontáneamente por la acción del calor sobre el producto,
antes de su uso, o en el producto ya aplicado, por la acción del sol o
del fuego sobre las hierbas ya muertas. Este veneno generalmente está
presente en algunos herbicidas frecuentemente utilizados y resulta ser
acumulativo y fuertemente teratógeno, es decir, causante de
malformaciones.
-
Sinergismos entre dos o más productos, como ocurre con el
carbaryl, que al combinarse con nitratos da nitrosocarbaryl (potente
cancerígeno) o con el DDT, cuyo efecto acumulativo, por ejemplo en el
hígado y grasa, puede tener relación con el cáncer hepático y sus
metástasis.
-
Efectos en el Sistema Inmunitario, y en particular
alergias. Esto se debe a que el Sistema Inmunitario reconoce como “amigos”
los componentes naturales del alimento tratado y como “extrañas”
muchas de las moléculas empleadas como biocidas o, incluso,
conservantes y colorantes añadidos a los alimentos durante su procesado.
-
Efectos sobre el equilibrio hormonal: algunos plaguicidas
organoclorados (DDT, dieldrín, endosulfán, etc.) se comportan in
vivo como los estrógenos naturales (hormonas sexuales femeninas),
por lo que se les conoce como disruptores. Se acumulan en el
tejido adiposo y se han relacionado con el cáncer de mama.
Repercusiones sobre el entorno social
El
acuciante aumento de las inversiones en maquinaria, combustible y
productos químicos, junto al alto interés bancario, dan como resultado
el constante deterioro del beneficio real para el agricultor, cuyo poder
adquisitivo se ve enormemente mermado. Así, este modelo agrícola lleva
consigo lo que podríamos llamar "la huida del campo", que genera
a su vez una grave disminución del empleo agrícola.
Además, concentra grandes sumas de dinero en muy pocas manos. Por
ejemplo, el 80% del apoyo económico público de la Unión Europea a este
modelo, se lo llevan el 20% de los propietarios, sin que esto signifique
que sean los profesionales del campo los que se benefician de este tipo
de subvenciones.
Por otra
parte, el modelo de agricultura que criticamos tiene consecuencias e
implicaciones muy negativas para los países menos desarrollados (menos
competitivos) y muy especialmente para los sectores de población más
desprotegidos, en función de las perversas reglas del mercado. El
resultado es un endeudamiento en espiral de estos países, que no pueden
afrontar el pago de los intereses de las deudas contraídas con los
países ricos.
Los
problemas económicos en países no desarrollados han generado y están
generando conflictos socio-políticos, cuyas consecuencias suelen ser
nefastas: desplazamientos masivos de población en caso de guerra,
dificultades para el transporte de alimentos, alta inflación y elevados
precios de los alimentos. El resultado final, la desnutrición de gran
parte de la población, sobre todo infantil. Es decir: el aumento del “hambre”
a escala regional y, por extensión, en todo el planeta, a pesar de la
ingente y desmesurada producción de alimentos en los países
industrializados.
Casimiro Jesús Barbado López
Comisión
de Divulgación
Almocafre
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
1.
Seymour J. Y Girardet H.: Proyecto para un Planeta
Verde. Ed. Hermann Blume. Madrid 1987.
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Crosson, P. R. Y Rosenberg, N. J: Nuevas estrategias
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